Ni calabazas, brujas, vampiros o monstruos.
Esta celebración se lleva a cabo entre el 1 y 2 de noviembre, es una forma de recordar a las personas que han muerto que y se lleva a cabo desde hace ya muchos años, es una festividad hermosa y colorida en la cual se colocan altares para los que ya no están entre nosotros, algunos de los elementos que más se utilizan en el altar son, el agua, que es el reflejo de la pureza y mitiga la sed del largo camino; veladoras, son la luz que guían su camino hasta nuestro mundo; el incienso, que ahuyenta malos espíritus y purifica el lugar; flor de cempasúchil, las cuales, al igual que las velas, guían a los muertos a casa; Cruz, es un elemento introducido en la evangelización; Pan, representa la fraternidad; Fotografía del difunto, para honrarlo; Sus platillos favoritos, para que los espíritus se alimenten; Calaveritas de azúcar y chocolate, que aluden a la muerte; Sal, purifica y hace que el cuerpo no se corrompa en el traslado, y por último, papel picado, el cual tiene figuras diversas y con él se le da color al altar. Se cree que los muertos visitan nuestras casas para poder disfrutar de lo que les gustaba en vida, el veintiocho de octubre se recibe a los que murieron en un accidente o de forma repentina y violenta, el veintinueve a los ahogados, el treinta llegan a nuestro mundo lo que no tienen familia que los recuerde, el treinta y uno a los que están en el limbo, es decir, los niños que nunca nacieron, el primero de noviembre a los niños y por último, el dos de noviembre a los adultos muertos.
Desde los mexicas se les dedicaban fiestas a los muertos, aproximadamente tenían por lo menos cinco celebraciones diferentes, las cuales se iban realizando con el pasar de los diferentes meses y en donde se les hacían ofrendas a los dioses, eran celebraciones tanto comunitarias como individuales, es decir, un día de muertos en forma. Sin embargo, la celebración como la conocemos hoy en día la tenemos gracias a la llegada de los cristianos.
Según los mexicas, dependía de como murieses, te mandaban a distintos reinos en donde se encontraban los dioses, por ejemplo, si te ahogabas de ibas al reino de Tláloc, si morías luchando te ibas al Omeyocán, el reino de Huitzilopochtli, los niños muertos al Chichihuanauco y los que morían de muerte natural iban al Mictlan, para llegar a él, tenías que hacer un viaje de cuatro años. Lo primero que encontrabas en tu camino era un rio, del cual la orilla estaba llena de perros xoloitzcuintles, si habías sido bueno con ellos te ayudaban a cruzar hasta un cerro, luego tenías que pasar dos montañas que se movían y chocaban una con la otra para aplastarte, después subías otra montaña la cual te despellejaba, luego cruzabas un campo helado que seguía cortándote, el siguiente nivel es una gran desierto llamado Pancuetlacaloyan, donde los fuertes vientos hacen difícil el paso. Al salir te esperaran mil flechas, después de cruzarlas un jaguar saltara a devorar tu corazón. Ya, teniendo solo tu esqueleto, flotaras por las aguas reflexionando sobre todo lo sucedido, y así llegaras al Mictlan, donde los dioses Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl te devoran y te conviertes en uno con el universo.