Orellana, quien había partido meses antes junto con Gonzalo Pizarro en busca de la mítica “Tierra de la Canela”, terminó separándose de la expedición principal debido a la falta de alimentos y las duras condiciones en la selva.
A bordo de una embarcación improvisada, junto con sus hombres, se dejó llevar por la corriente del inmenso río sin saber adónde los llevaría.
Durante su travesía, la expedición se encontró con diversas tribus indígenas, algunas de ellas hostiles.
Según los relatos de la época, Orellana y su tripulación habrían sido atacados por un grupo de mujeres guerreras, lo que llevó a bautizar el río como “Amazonas”, en referencia a las míticas amazonas de la mitología griega.
El viaje culminó meses después cuando la expedición llegó al océano Atlántico, habiendo recorrido miles de kilómetros a través de la selva sudamericana. Este hallazgo no solo cambió la geografía conocida del continente, sino que también abrió la puerta a futuras exploraciones en la vasta región amazónica.
El descubrimiento del río Amazonas se convirtió en un hito de la era de los descubrimientos y dejó un legado que perdura hasta hoy, siendo el Amazonas uno de los ecosistemas más importantes y biodiversos del planeta.
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