Emocionado, me lance al mar para sentir la frescura y la fuerza de su oleaje dejando que mi cuerpo siguiera la ligera corriente formada a unos metros de la playa. Sorbí algunas gotas salobres de su inmensidad y gire para nadar boca arriba contemplando el placido azul del cielo Oaxaqueño. A lo lejos, en el horizonte, el indigno del cielo y el azul de un mar no tan placido, brillaron inmensamente azules. A ratos quedo a merced del suave oleaje y siento que así puedo esperar el sueño eterno.
Carlos Paz