Considerada la última gran poeta en español de los Siglos de Oro. Tuvo una intensa vida intelectual la cual abarco todos los saberes de la época. Se le atribuyen numerosos poemas líricos, filosóficos y cortesanos, obras religiosas, comedias teatrales y villancicos para las principales catedrales del Virreinato. Llevando en cada uno de ellos conceptos ingeniosos, referencias a la mitología grecolatina, con complejas figuras del lenguaje, siempre con estilo barroco, valorándola como un clásico extraordinario y de los más importantes de la literatura hispánica.
Nacimiento y formación
Sor Juana Inés de la Cruz, (Juana Ramírez, antes de unirse a la iglesia) nació el 12 de noviembre entre los años 1648 y 1651, en la Hacienda de San Miguel Nepantla, actual Estado de México. Paso su infancia en la Hacienda de Panoayan, en donde a sus tres años aprendió a leer en Amecameca escuela para niñas. Siguió alimentando su conocimiento leyendo diferentes libros y a la edad de ocho años escribió una loa al Santísimo Sacramento de Amecameca, el cual contenía 360 versos en español y en náhuatl.
Continúo sus estudios en el bachiller Martín de Olivas en 1659, llegando a aprender latín en 20 lecciones.
Pasado el tiempo fue a vivir a la cuidada de México y entre 1663 y 1665 la aceptaron como criada de la virreina Leonor de Carreto, en donde se dio a conocer en la corte por su sagacidad y erudición. Durante los años siguientes su fama se debía más a la amplitud y profundidad de sus conocimientos que a sus obras literarias, señalaban “su capacidad en la enciclopedia y la universalidad de las letras”.
Iniciación en la iglesia
Debido a que Sor Juana quería entregarse completamente al estudio y no le interesaba el compromiso, entro al convento de San José de las Carmelitas Descalzas. Sin embargo, se encontraba incompetente de resistir la austeridad y disciplina del lugar, teniendo complicaciones de salud y terminó por abandonarlo. Finalmente acabó profesando en el Convento de San Jerónimo en 1669, cambiándose el nombre a Sor Juana Inés de la Cruz, donde cumplió funciones como contadora y archivista, además de dedicarse al estudio.
¿Cómo llegó a hacerse tan conocida?
En los años siguientes Sor Juana se dedicaba casi exclusivamente a sus dotes poéticas y de vez en cuando, redactando villancicos por encargo. Pasado el tiempo su prestigio fue en ascenso, llevando a que se le comisionara crear poemas, sonetos fúnebres y sonetos acrósticos. Con esto, se gano el favor de las autoridades, creando lazos de amistad, quienes la empujaban a escribir obras siguiendo las corrientes de la época.
La extensión del conocimiento de su obra empezó cuando, en abril de 1688, la condesa María Luisa que partía hacia España, llevaba consigo muchos manuscritos de Sor Juana, quien consideraba su amiga. Promovió la publicación y difusión de estas, haciendo, junto con otras personalidades de la Nueva España, recopilatorios de poemas y creación de nuevas ediciones.
Se publicaron en 1689, y para su suerte, fue acogida con mucho entusiasmo y esto se pudo notar en las numerosas reimpresiones de los tomos que se tuvieron que hacer y la gran variedad de testimonios literarios que surgieron.
Controversias.
En paralelo, su activa vida intelectual y el ritmo al que iba le estaban causando conflictos con la iglesia, pues en la ideología de ese momento se creía que las mujeres no pertenecían al debate tecnológico y filosófico. Esto la llevo a escribir una crítica en 1690 al Sermón de Mandato, el cual se publicó como Carta atenagórica por el obispo de puebla.
Posteriormente le llego una carta firmada por Filotea de la Cruz, donde la invitada a abandonar las letras humanas y concentrarse en las divinas, esto fue el causante de la famosa Respuesta a Sor Filotea, con fecha de 1691. En ella Sor Juana nos da un mejor entendimiento de si misma; revelando detalles autobiográficos y dejando en evidencia su descomunal talento, defendiendo su capacidad intelectual.
Su vida dio un giro radical en 1693. Para empezar, volvió con su confesor de antaño, de quien se había alejado en 1682, dejo de escribir y desistió de su biblioteca, instrumentos musicales y aparatos científicos, los cuales puso a la venta. El dinero obtenido lo dedico a el mantenimiento de los pobres, pues había una crisis social generada por hambrunas y epidemias desatadas en 1690.
Sin embargo, los motivos reales de su abandono a la literatura y a sus posesiones son desconocidos.
Son Juana confirmaría sus votos religiosos en 1694. Protestaría defender la inmaculada concepción, ya que la peste había afectado a monjas del convento en el que ella se encontraba.
Se dedicó a cuidarlas hasta que inevitablemente quedo contagiada y murió el 17 de abril de 1695.